18 jun 2009

'CONFERENCIA LA EUCARISTÍA, MISTERIO DE FE'

A continuación, por su importancia, os dejamos el texto íntegro de la conferencia que bajo el título de 'LA EUCARISTÍA, MISTERIO DE FE' pronunciara el pasado VIERNES 12 de JUNIO, N.H.D. MANUEL R. ROSA SANTIAGO sobre la Eucaristía.

Introducción

Aunque la Eucaristía es, por excelencia, Misterio de Fe, pues este Sacramento es, ante todo, materia de fe, podemos hablar también de él como Sacramento de esperanza y de caridad. Verdaderamente, en la Eucaristía aparecen las tres virtudes teologales: se funda en la fe, es prenda de esperanza y es fuente de infinito amor.

La Eucaristía (del griego ευχαφίζομαι = acción de gracias) es un sacramento instituido por Jesucristo, en el que Él mismo, Dios y Hombre verdadero, está realmente presente –en cuerpo, sangre, alma y divinidad– bajo las especies o apariencias de pan y vino, y se da en alimento a los fieles.

La Eucaristía y la Escritura

Jesús instituyó este sacramento en su última cena, en vísperas de su Pasión y Muerte, para estar siempre entre nosotros, para seguir ofreciéndose por nuestros pecados y para darse como alimento espiritual, e hizo la promesa eucarística: “Yo soy el pan vivo bajado del cielo; si alguno come de este pan, vivirá para siempre...” (cf. Jn. 6, 48-59).

La realidad eucarística tiene lugar en el momento de la transubstanciación, cuando el sacerdote invoca la bendición del Espíritu Santo y consagra el pan y el vino mediante la fórmula descrita en los evangelios sinópticos (cf. Mt. 26, 26-28; Mc. 14, 22-24; Lc. 22, 19-20), que se convierten en el Cuerpo y en la Sangre de Cristo.

San Juan Crisóstomo comenta: “No es el hombre el que convierte las cosas ofrecidas en el Cuerpo y la Sangre de Cristo, sino el mismo Cristo que por nosotros fue crucificado. El sacerdote, figura de Cristo, pronuncia aquellas palabras, pero su virtud y la gracia son de Dios. Éste es mi Cuerpo, dice. Y estas palabras transforman las cosas ofrecidas.”

Jesucristo es el sacerdote sumo y eterno que, por el ministerio de los presbíteros –in persona Christi capitis–, ofrece el sacrificio, y, a la vez, es la ofrenda.

Eucaristía, Tradición y Magisterio

La comunión eucarística “...nos eleva hasta la comunión con el Señor y entre nosotros.” (LG 7).

De este sacramento “...mana hacia nosotros, como de una fuente, la gracia y con la máxima eficacia se obtiene la santificación de los hombres en Cristo y la glorificación de Dios...” (SC 10); es el corazón y la cumbre de la vida eclesial, porque en su celebración Jesucristo asocia su Iglesia a su sacrificio de la cruz, y por medio de este sacrificio derrama las gracias de la salvación.

La Eucaristía acrecienta la unión con Dios, perdona los pecados veniales, protege de pecados graves, fortalece la unidad de la Iglesia y nos da fuerzas para afrontar la vida.


En el año 2007, Benedicto XVI escribe la exhortación apostólica postsinodal Sacramentum Charitatis. Recomiendo encarecidamente su lectura y quiero resaltar los siguientes puntos:

- nº 20: Eucaristía y sacramento del Perdón (comunión eclesial)
- nº 31: El banquete escatológico (esperanza)
- nº 33: Eucaristía y la Virgen María (acogida del Señor)
- nº 70: El culto espiritual – logiké latreía (aspecto analizado más adelante en profundidad)

Culto eucarístico

Hay dos días litúrgicos relacionados con la Eucaristía: el Jueves Santo, dentro del Sagrado Triduo Pascual, en el que se celebra la Misa Vespertina de la Cena del Señor, y la Solemnidad del Santísimo Cuerpo y Sangre de Cristo, que se celebra el jueves después de la Solemnidad de la Santísima Trinidad (si no es de precepto, se celebra el domingo siguiente).

A la Eucaristía debemos el culto de latría (= adoración), pues está presente Dios mismo. La adoración a Jesucristo se expresa mediante la genuflexión, acto supremo de reverencia de nuestro rito, reservado para nuestro Señor presente en la Eucaristía sobre el altar, en el sagrario, en la custodia o en la píxide (Viático). Se hace doblando la rodilla derecha hasta el suelo. Ante el Santísimo Sacramento expuesto se hace doble genuflexión. Su incensación se realiza con tres movimientos dobles (3x2). La adoración eucarística tiene cuatro partes: exposición, tiempo de adoración, bendición y reserva; el sacerdote viste capa pluvial y se canta el hermoso himno «Pange, lingua, gloriosi corporis», el cual invito a leer en castellano a los presentes. En la reserva se canta tradicionalmente el «Laudate Dominum», aunque puede ser sustituido por otro canto eucarístico como «Cantemos al Amor de los amores», el famoso himno oficial del XXII Congreso Eucarístico
Internacional, celebrado en Madrid en 1911.

La procesión eucarística es un acto litúrgico. En caso de celebrarse, tiene lugar tras la Oración después de la Comunión.

Pero no olvidemos nunca quiénes son los verdaderos adoradores para el mismo Cristo (cf. Jn. 4, 20-24)

Conclusión: la lección eucarística

En toda ocasión, Dios tiene algo que transmitirnos. Los signos que el hombre con ayuda de la fe interpreta como voz del Señor son llamados por algunos teólogos «lecciones de sabiduría».

La lección que se desprende de la Eucaristía es ante todo una lección fundamentalmente de amor infinito, gratuito e incondicional de Dios al ser humano, a cada uno de nosotros.

Y aún hay más.

Este amor nos llama a corresponder –amor con amor se paga– procurando la unión con el Absoluto con los medios espirituales a nuestro alcance.

Es tan inmenso este amor que llega a todas partes y lo llena todo. La unión con Dios repercute en nuestra unión con los hermanos y viceversa. Del mismo modo, la entrega que el Señor hace de su Persona conlleva nuestra entrega al prójimo y al contrario. La Eucaristía es un misterio de fe y comunión que nos ilumina para que seamos uno, como el Padre y Jesús (cf. Jn.17,22).

La gloria eucarística nos interpela a ofrecernos nosotros mismos, todos y cada uno, y por entero. Todo lo que somos. Nuestra vida como “ofrenda viva, santa y agradable a Dios” (cf. Rom. 12, 1); un culto en espíritu y verdad. Sólo entonces se hará realidad la frase ignaciana «a mayor gloria de Dios».

Para finalizar, reproduzco la secuencia facultativa (= opcional) de la Solemnidad, debida a Santo Tomás de Aquino, una auténtica catequesis eucarística:

“Al Salvador alabemos, que es nuestro pastor y guía.
Alabémoslo con himnos y canciones de alegría.
Alabémoslo sin límites y con nuestras fuerzas todas;
pues tan grande es el Señor, que nuestra alabanza es poca.
Gustosos hoy aclamamos a Cristo, que es nuestro pan,
pues él es el pan de vida, que nos da vida inmortal.
Doce eran los que cenaban y les dio pan a los doce.
Doce entonces lo comieron, y, después, todos los hombres.
Sea plena la alabanza y llena de alegres cantos;
que nuestra alma se desborde en todo un concierto santo.
Hoy celebramos con gozo la gloriosa institución
de este banquete divino, el banquete del Señor.
Esta es la nueva Pascua, Pascua del único Rey,
que termina con la alianza tan pesada de la ley.
Esto nuevo, siempre nuevo, es la luz de la verdad,
que sustituye a lo viejo con reciente claridad.
En aquella última cena Cristo hizo la maravilla
de dejar a sus amigos el memorial de su vida.
Enseñados por la Iglesia, consagramos pan y vino,
que a los hombres nos redimen, y dan fuerza en el camino.
Es un dogma del cristiano que el pan se convierte en carne,
y lo que antes era vino queda convertido en sangre.
Hay cosas que no entendemos, pues no alcanza la razón;
mas si las vemos con fe, entrarán al corazón.
Bajo símbolos diversos y en diferentes figuras,
se esconden ciertas verdades maravillosas, profundas.
Su sangre es nuestra bebida; su carne, nuestro alimento;
pero en el pan o en el vino Cristo está todo completo.
Quien lo come no lo rompe, no lo parte ni divide;
él es el todo y la parte; vivo está en quien lo recibe.
Puede ser tan sólo uno el que se acerca al altar,
o pueden ser multitudes: Cristo no se acabará.
Lo comen buenos y malos, con provecho diferente;
no es lo mismo tener vida que ser condenado a muerte.
A los malos les da muerte y a los buenos les da vida.
¡Qué efecto tan diferente tiene la misma comida!
Si lo parten, no te apures; sólo parten lo exterior
en el mismo fragmento entero late el Señor.
Cuando parten lo exterior sólo parten lo que has visto;
no es una disminución de la persona de Cristo.
El pan que del cielo baja es comida de viajeros.
Es un pan para los hijos. ¡No hay que tirarlo a los perros!
Isaac, el inocente, es figura de este pan,
con el cordero de Pascua y el misterioso maná.
Ten compasión de nosotros, buen pastor, pan verdadero.
Apaciéntanos y cuídanos y condúcenos al cielo.
Todo lo puedes y sabes, pastor de ovejas, divino.
Concédenos en el cielo gozar la herencia contigo.
Amén.”

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