Esta historia que tenéis
entre vuestras manos, no es un sueño, ni un cuento para entretener, ni
tan siquiera es la carta a un amigo, que también podría ser, pero no es
que también. Es, sino la historia de un hombre, que a pesar de todo, persiguió
un sueño: volver a ser COSTALERO.
Ahí va la historia de
Manuel:
Manuel, tiene 76 años, y
es hermano fundador de la hermandad. Tengo la suerte de conocerlo desde mi
niñez. Él vive en un barrio, donde me he criado, en La Constancia. Tiene un
nieto que inquieto por estas cosas que tanto nos gustan, ha podido iniciarse en
este mundo. Él sueña día tras día con su Virgen. Cada sábado sale presuroso al
encuentro de su mirada. Lo veo salir diligente. Al encuentro le acompaña
siempre Castañeda, inseparable compañero. Ocupa casi siempre asientos
delanteros para oír al padre Alfonso, y su mirada se cruza con la de Ella.
Tenemos mucho en común, se
pierde por los ojos de su Virgen.
Nunca habíamos hablado de
hombre a hombre, todo quedaba en saludarnos, hasta que una tarde de abril,
habiendo dejado el olor a inciensos y azahares, pasada la Semana Santa, me
comentó que tenía un sueño, un deseo, o quizás una promesa. No imaginé lo que
aquel hombre quería decirme. ¡Quería volver a ser costalero de la Estrella!
Tiene 76 años, que se dice pronto. Quería estar cerca de la Virgen el día en el
que celebramos su 50 aniversario. Al principio no sabía que responderle.
Pero quién le podía negar a Manuel ese sueño. Si bien ambos sabíamos que
no era tarea fácil, ya que a su edad aquello de meterse debajo de un paso, a
todos nos dejaba intranquilos.
En ese momento creí que,
su deseo, quedaría en el mero intento de hacerlo. Que probaría, y que a lo sumo
podría llegar a dar una alguna chicotá que otra debajo de Ella. Hablando con
él, me contaba las anécdotas de los otros tiempos cuando se inició en este
oficio, donde sacar el paso era un verdadero sacrificio. Lo mal que lo pasaron
tantos años. Pensaba para mí que Manuel no se podía imaginar cómo habían
cambiado las cosas de abajo. Tras hablar un buen rato con él, quedamos en
vernos una mañana de mayo a las plantas de la Virgen.
Y allí estaba Manuel, el
día en que los hombres de la Virgen estaban citados para igualar sus cuerpos.
Puntual, presto y acompañado de otros titanes de su generación. Lo igualamos en
la última. Había unos 14 hombres de esa altura. Altura mágica, deseada y
soñada, la de estos hombres para los palios.
Recuerdo cuando una tarde
de Abril, me contaba de la ilusión que le haría formar parte de la cuadrilla de
costaleros de la Virgen.
Llegaron los ensayos,
y allí estaba Manuel, con su inseparable compañero de fatigas Pepe Castañeda.
Puntuales, con las herramientas y atuendos propios del oficio. Dos noches de
parihuela, música y kilos, para ir soñando con lo que nos quedaba por vivir.
Fue disciplinado, atento, serio, humilde, tanto que se dejaba aconsejar por
todos. Me recordaba a los hombres que un día tuvieron que buscar el pan
debajo de los pasos.
En aquel singular tiempo
de espera, me comentaba que estaba llevando a cabo una preparación sin
igual. Que iba a la piscina, que andaba, y que se ejercitaba con el único fin
de encontrar una buena forma física para poder sacar a la Virgen. ¡Qué ejemplo!
Aquel día de Junio, en las
galerías de las clases del colegio, el mismo sitio de siempre, y el mismo
ritual. Manuel, se cambió como uno más. Allí quisimos tener un recuerdo íntimo
con él. Por sus mejillas caían, recuerdo sus lágrimas, que aún creo que tenemos
todos grabadas en el corazón, cuando la cuadrilla quiso homenajearle antes de
salir; sólo recordarlo me hace sentir un nudo en el estómago.
Aquella tarde- noche, se
llenó de sentimientos, de recuerdos, de emociones, de lágrimas, de alegrías, se
llenó de magia, en una noche repleta de estrellas.
Y la Virgen, quiso que el
sueño de aquel hombre, su sueños se cumpliese, y Manuel volvió a ser COSTALERO
DE LA ESTRELLA. Cuántas oraciones derramó Manuel pidiéndoselo con fe. Con sus
76 primaveras no quería perderse ninguna mano fuera. Pidió trabajo a todos. Y
grandes sus compañeros, que le ofrecieron parte de lo suyo.
Esté o no debajo, Manuel,
formará parte siempre y estará como uno más de nosotros. Nunca
olvidaremos su gesta, la de un costalero noble y humilde. Estaremos siempre
agradecidos por ser unos afortunados de poder haber compartido con él su sueño
de volver a ser COSTALERO DE LA ESTRELLA, de ser COSTALERO; ojalá ese mismo
sueño se repita, con el tiempo, con alguno de nosotros, y con su edad podamos
remedarlo y ser su cirineo.
Pero dejemos el futuro
para los sueños y centrémonos en lo que queda por llegar. Pronto despuntará y
nos reencontraremos con el olor de blancos azahares, que marcarán
el tiempo deseado. No esperemos. No alarguemos la espera más; id a buscar
vuestras ropas, la medalla del cordón azul y blanco, las estampas que sobraron
del año anterior, buscad sueños de costalero, id al cajón que custodian los
ángeles y recoged de allí lo s necesario para volver a soñar.
Y para que surjan otras
historias como la de Manuel, volveremos a vernos pronto muy pronto, los que
son, los que fueron, los que quisieron, los que no pudieron, y los que quieren.
Será el sábado 26 de enero a las 12 HORAS, donde siempre, en el patio de los
Naranjos del colegio San José.
Manuel Serrano Navarro
Capataz del PAso de PAlio de Ntra. Sra. de La Estrella
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